lunes, 21 de abril de 2008



Las piernas de la ciudad eran dos torres su centro una colmena repleta de gente moviéndose como te mueves tú que nadas en mi río
Pero ellos nadan en la agonía de su suerte en fragmentos y esquirlas desplazados
De una torre a la otra de una cúspide ardiendo a la segunda brilla el fuego interior de las múltiples voces de todas las naciones de lenguas extranjeras que en mi único cuerpo se confunden
Ardiente magma inadvertido gólem que no del barro nace sino de las cenizas

Se calcina la carne en la ciudad las abiertas ventanas al vacío inmolan o disparan gruesas formas que en la amplitud el aire son apenas oscurecidos dardos negras aves en picada hiriendo el pavimento
(...)
Paciente como una letanía mi hijo aletea en el fondo de mí luego se escurre
Aquí todo es asfixia bebé lengua en pena bebé un cianótico gesto impidiendo arde la sed exenta de palabras exento de fluidos se nos agota el aire
Se evapora el agua de ese río se transforma y trastorna se hace sangre en la tierra el agua de ese río
El gran río que arrastra entre su oleaje metáforas de vida a esta hora arrastra sin embargo dislocadas falanges vagos torsos rasgadas pantorrillas que por su lecho avanzan
Légamo tálamo limo ¿qué se hará dime entonces el polvo de la tierra adónde volverá?
(Fragmento Pez, 2005).

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